martes, 2 de febrero de 2021

Mis zapatos....

Observaba sus nuevos zapatos. Eran de un azul brillante. No le apretaban y parecían estar hechos para aquellos cansados pies. En ellos eran evidentes algunas señales de viejas heridas, vestigios de otro calzado un par de números menor del necesario. Con ellos había caminado durante años. Había encogido sus dedos con la convicción de que podría acostumbrarse a ellos. Sus talones habían sangrado en alguna ocasión, y ponía paños calientes en los bordes durante la noche, con la esperanza de ablandar aquellos incisivos filos que se clavaban cada día en su piel sin compasión. Pero fué inútil, siempre volvían a herirla...

Y allí estaban aquellos nuevos zapatos. Tacto de terciopelo e interior confortable y acogedor. Puntera de una purpurina que parecía cobrar vida con los rayos de sol. Tacón suficiente para otorgarle el estilo que durante tanto tiempo se vió empañado por arrastrar unas suelas de esparto gastado y maltrecho. 

Y lo que más le gustaba era aquella plateada hebilla que ajustaba a la perfección la delgada correa a su tobillo. Era la sujeción justa que necesitaba para caminar sin temor de volver a dar algún traspié. 

Sonrió. Se acabaron las llagas y el llevar siempre la mochila cargada de tiritas y algodones que solo calmaban efímeros momentos. Se acabó el convivir con ese monótono sonido que producían sus pies al arrastrar, lo que en su momento parecían, auténticas losas. 

Y dispuesta a caminar sin descanso, se levantó con una seguridad inusual hasta entonces en ella, porque lo que no dijo Machado en su momento en aquel "Caminante no hay camino, se hace camino al andar...", era que había que elegir bien el calzado a llevar para "hacer camino" sin morir en el intento....

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