miércoles, 17 de febrero de 2021

Mis relatos...

 Batalla perdida... (Segunda parte)


Sus latidos habían disminuido hasta ese punto donde tienes que pararte a comprobar que el corazón sigue bombeando tu sangre. Sus pulmones estaban repletos de aire, el cual exhalaba con lentitud. Atrás habían quedado aquellas horas en las que el aire parecía no entrar en esas cavidades que intentaban funcionar bajo su pecho a medio gas, resultando a veces una labor que llegaba a dejarla exhausta... 

Y ahora, ya en casa, su mente parecía estar más abierta y despejada de lo que había estado en todo el día. Todo parecía cobrar sentido. Era más nítido, e incluso tangible. Pero necesitaba más tiempo aun para reflexionar sobre todo aquello que la asustaba, y anulaba....

Unos auriculares de un intenso rosa a su lado, sobre el sofá , y un par de libros aparcados en el suelo. 

La habitación estaba casi en penumbra, y las sombras de las que antes huía, ahora resultaban ser el refugio perfecto. 

Piernas flexionadas en una postura casi imposible ....y una paz inmensa en su mirada. 

Dibujaba con su dedo índice las líneas de algunos muebles, repasando cada forma como si pretendiera plasmar en el aire el escenario del que también ella era parte, y poder guardarlo en su memoria para disponer de él cuando tuviera la necesidad de ello. 

Sara apartó el pelo de su cuello, buscó en su móvil esa canción que escuchaba en bucle, acopló aquellos auriculares de color fosforito dentro de sus oídos y comenzó a tararear lo que parecía ser un nuevo himno en su vida.

Estaba segura de que aquellas canciones e incluso algunos escritos que aparecían frente a ella en muchas ocasiones, no lo hacían de forma casual, sino que por alguna extraña razón que no lograba comprender, la buscaban...vagaban percibiendo su energía, o sencillamente persiguiendo ese rastro de emociones que esparcía como un reguero desbordado de sensibilidad, nostalgia y melancolía. La cuestión es que eran una especie de señales que iban llegando a su vida en forma de música, o de maravillosos poemas, y desfilaban frente a ella, esperando ser escudriñados, descuartizados a veces, por el único don capaz de hacerlo de la forma más sutil y mágica: la capacidad de soñar.


Rubén había vuelto tarde de trabajar. Fatigado se dirigió ansioso hacia la ducha. Necesitaba soltar lastre y el agua conseguía por un instante arrastrar sus preocupaciones y tristezas por aquel desagüe.

Frotaba con fuerza su pelo con la toalla cuando Sara le vino a la mente. Fué hasta la habitación, dejando las huellas húmedas de sus pies descalzos por todo el pasillo...Al llegar al quicio de la puerta, miró el rastro de aquellas pisadas y, por un momento, le parecieron una de las pocas señales de su existencia, y es que desde hacía unos meses, parecía estar más en el mundo de los muertos que entre aquellos mortales que no le aportaban demasiado.

Se tumbó en la cama semidesnudo, intentando dejar en aquel colchón el estrés acumulado. No dudó demasiado en coger el móvil y buscar a Sara entre sus contactos. Ni él mismo sabía qué le conducía a buscarla. Quizá era más una necesidad para cubrir alguna carencia, que por un sentimiento real, pero lo que era indiscutible es que ella estaba presente en su día a día, y esa sensación lo reconfortaba. 


Sara mantenía sus ojos cerrados, como en una especie de hipnosis donde se sumergía cada vez que escuchaba música, y la vibración de su móvil la devolvió al mundo real.

Esbozó una ligera sonrisa. Era Rubén que, de forma divertida, la saludaba y le preguntaba como le había ido el día. 

Un whatsapp dejaba paso a otro con gran fluidez. Siempre fué fácil el diálogo entre ellos. Ambos tenían esa chispa capaz de enganchar al otro en una conversación y podían hacerlo durante horas sin perder por un instante el ritmo de la misma. 

Rubén era más culto. Tenía estudios universitarios, y esto unido a las experiencias en sus numerosos viajes, hacían de él un auténtico pozo de sabiduría, o al menos asi es como ella lo veía, pero a pesar de ello, él nunca presumió de estos conocimientos frente a Sara en ninguna de aquellas conversaciones. Hombre inteligente sin duda, con gran sentido del humor, don de gentes, con numerosas experiencias en su mochila particular y un encanto que despertó desde el principio en ella unas sensaciones demasiado agradables.

Sara era una soñadora nata. Extremadamente sensible, solo disponía de su capacidad para plasmar sentimientos en forma de escritos y diversos poemas. Era complicada. No dejaba a cualquiera entrar en su mundo, pero en aquella burbuja particular él se había ganado un sitio de honor.

Hacía demasiado tiempo que su relación no era la misma. Él era demasiado racional y eso contrarrestaba con la vehemencia de Sara, que siempre tuvo claro que estaba dispuesta a llegar más allá en aquella extraña relación. Durante más de dos horas, se intercambiaron decenas de mensajes y diferentes audios. Asi pasaban las veladas últimamente, detrás de la fría pantalla del móvil. Ella estaba completamente enamorada de él, y aunque en estos últimos meses habían estado distanciados, no había pasado ni un solo día en el que Rubén no hubiera hecho acto de presencia en su mente. En estos cuatro años, las idas y venidas habían sido la tónica general de la relación. El último desencuentro se había dado hacía un par de meses, y habría sido Sara la que tomaba la determinación de alejarse de él...-"cómo si fuera tan fácil",  solía pensar ella cada vez que intentaba reafirmarse en dicha decisión.

Aquella noche volvió a acostarse con la misma sensación: era una batalla perdida...


La alarma del móvil comenzó a sonar y sus ojos se dieron un tiempo hasta abrirse totalmente. Alargó su brazo y golpeó el móvil haciéndolo caer al suelo. En un movimiento ágil y rápido se sentó en la cama y recogió su cabello entre las manos para apartarlo de su cara. Se inclinó, lo recogió del suelo y nada más apagar la alarma...allí estaba: Rubén le daba los buenos días y le preguntaba qué tal había descansado. 

Su cara se iluminó. A solas no tenía que fingir, ni intentar demostrar que tenía la situación controlada. Acercó la pantalla del móvil hacia su pecho, y se inclinó hacia atrás hasta tumbar su espalda sobre el colchón. Volvió a poner el móvil a la altura de sus ojos y se dispuso a contestarle con un -"Buenos días Rubén...he vivido noches más intensas", seguido del típico emoticono guiñando un ojo. 

Se volvió a incorporar y comenzó a buscar las zapatillas por la habitación todavía a oscuras. No podía dormir si entraba ni un solo rayo de luz, y como si de un ritual se tratara, bajaba persianas y corría cortinas cada noche antes de acostarse. 

Consiguió encontrar solo una de las zapatillas, se la calzó y se dirigió al baño con una ligera cojera por la diferencia de altura en sus pies. Se paró delante del espejo, abrió el pequeño cajón de la derecha y cogió uno de sus coleteros. Lo sujetó entre los dientes mientras se hacía un recogido en el pelo con ambas manos, y lo colocó de forma rápida y descuidada. 

-"¿Qué puede ver en mí?..." No era la primera vez que se cuestionaba aquello, era algo así como una duda existencial que la martirizaba en numerosas ocasiones.

Hizo una mueca de despreocupación levantando ambas cejas y apretando los labios, y dejó aparcada y sin respuesta una vez más aquella pregunta.

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