Se limita a esperar la próxima raya mal dibujada, quizá por pulsos inestables, o por puños rudos (o torpes), y que tan solo añadirán marañas donde seguir envolviéndola.
Es incapaz de empuñar el lápiz para dibujar su propia línea de meta, o la recta final donde reconocerse entre tanto desconcierto.
Y perdida entre sus propios garabatos, intenta sobrevivir a la tinta que la ahoga cada día...