domingo, 27 de septiembre de 2009

Mis Relatos...

Un sueño por cumplir...


Lucia abrió la ventana con la simple intención de empaparse de la luz de ese nuevo día... Una suave brisa penetró por su nariz inundando de aire frio sus pulmones. El encaje de su camisón se movía al compás de aquel remolino de viento, pareciendo bailar una de esas canciones que tanto sonaban en aquella vieja radio empotrada en un rincón de su habitación. Volvió a respirar hondo, con sus ojos aun cerrados a la luz, y con la serenidad de alguien que siente que ya no tiene nada que perder.
Las voces de los temporeros pasando por debajo de su ventana, la devolvieron a la realidad, abriendo timidamente los ojos hasta visualizar por completo la empedrada calle.
Miró con calma a aquellos hombres, ataviados con viejas ropas, abrigos roidos y bolsos donde se podía intuir estaría su comida del día. Siempre pasaban hablando con todo alto, con risas causadas por bromas perpetradas al más joven del grupo, y por supuesto, silbando a la chica de la panadería de enfrente.
Lucia sonrió levemente...hacía tiempo que nadie le silbaba, ni una sola mirada de complicidad, ni una mueca que indicara que había llamado la atención de algún apuesto joven...nada. Se paró por un momento a analizarse nuevamente. Su flequillo tapaba medio rostro, y resoplando para apartarlo de su boca, pensó en lo insignificante que era para el resto del mundo. Siempre había creido tener un mundo interior sumamente rico, algo tremendamente especial por aportar, pero eso parecía haber pasado desapercibido por practicamente todo el mundo.
Buscó en su armario algo de ropa, alisó su largo pelo con aquel viejo peine desdentado, y se recogió su gran melena en una enorme coleta. Lavó su cara en aquella palangana de porcelana decorada con grandes cenefas azules y calzó sus zapatos negros, esos que siempre se ponía cuando solía salir de compras por su gran comodidad. Se dispuso a bajar a la planta inferior, donde suponía se encontraría a su madre preparando el desayuno. La agarró por la cintura, soltándole un sonoro beso y se dispuso a tomar aquellas tostadas con mermelada de frambuesa.
Hoy tenía que ir al centro de la ciudad, y lo cierto es que odiaba aquellas salidas. Su gran inseguridad y esa autoestima en decadencia, hacían de su mundo un lugar mucho más seguro, menos complicado, y el salir de él se convertía en una ardua tarea.
No terminó de comerse la última tostada y casi de un solo sorbo terminó su zumo, había llegado el momento de salir al mundo exterior.
Salió a la calle dando un portazo a aquella vieja puerta de madera, rallada y desquebrajada por los pequeños que jugaban a la pelota frente a ella cada día, y que utilizaban como portería improvisada siempre que su madre salía a pasear cada tarde durante una hora, más que por prescripción médica, por pura distracción.
Andaba cabizbaja, sin tener el mínimo interés por descubrir el rostro de los viandantes que se cruzaban con ella. Llegó a la parada de autobús y tomó asiento sin levantar los ojos del suelo.
Había pensado en numerosas ocasiones, que, quizá, un día, cuando menos lo esperara, algo maravilloso ocurriría en su vida...en la cola del super, en un paso de cebra, o en la parada del bus...alguien le dirigiría una mirada, una palabra, o mostraría cierto interés por ella, cosa que no había pasado desde hacía demasiado tiempo.
El bus llegó con unos minutos de retraso y Lucia se dispuso a subir a él. Estaba mirando por la ventanilla cuando, a lo lejos, vió a un chico correr apresuradamente para intentar subir a aquel autobús. El conductor puso el vehículo en marcha dejando aquella figura atrás. Lucia recriminó a aquel señor de apariencia corpulenta y bigote canoso el que no hubiera detenido por un momento el bus, aunque solo consiguió una mirada envenenada por su parte. Sintió la calor en su cara, como en tantas otras ocasiones, y pensó por un momento cómo se había atrevido a alzar la voz para denunciar aquel comportamiento.
Estuvo analizando durante todo el trayecto aquel impulso, algo totalmente inusual en ella. Había pensado en aquel chico, recordaba su ropa, y como se movían sus mofletes al son de aquella carrera. Sonrió por un momento y volvió a sentir como su cara se encendía.
Había llegado a su parada, cerca del banco donde tenía que arreglar una serie de documentos, y había decidido que una vez hubiera zanjado el tema bancario, volvería a casa sin detenerse ante aquellos escaparates ataviados para una Navidad ya muy cercana.
Estaban a primeros de mes, y eran muchas las personas de edad considerable que se agolpaban en las distintas ventanillas para recoger su paga mensual, con lo cual el arreglar aquellos asuntos le llevaría más tiempo del deseado.
Después de más de 45 minutos en aquella entidad, pudo finalizar por fín aquellas gestiones y se dirigió hacia la salida.
Tenía cinco minutos antes de que llegara el autobús que de nuevo la llevaría hasta cerca de casa y anduvo con rapidez hacia la parada.
Por un momento su estómago se encogió, y el pulso se le aceleró enormemente...estaba allí, en la parada, el chico por el que ella había protestado, esperando probablemente el mismo autobús que ella y de repente sus piernas empezaron a temblar.
Había bajado su cabeza y se dispuso a tomar asiento en la parada. Él permanecía de pié, apoyado en una farola, con una mano metida en su bolsillo y la otra sujetando un cigarrillo.
-"Vas a la zona norte?", le dijo él mientras expulsaba el humo de su cigarro.
"Dios..le estaba hablando...ese chico...y era muy apuesto, demasiado..." pensó Lucia entre nerviosa e ilusionada.. -"Pues sí...antes te ví...perdiste el bus..." contestó ella sin apenas mirarlo a la cara.
-"Sí, el viejo de esta línea nunca espera a nadie..tuve que coger el siguiente..."
En ese instante se dislumbró a lo lejos el vehículo que debía recogerlos, y una vez ubicado en la parada, ambos subieron.
Lucía se sentó primero, nerviosa aún por aquella pequeña conversación, y seguidamente él se dispuso a hacer lo mismo.
Se acercó de nuevo hasta ella y haciendo una señal con su dedo hacia el asiento de al lado le preguntó con gesto agradable -"Puedo?..", -"Sí..claro.." y apartando sus piernas para que el joven pudiera acomodarse le correspondió con una tímida sonrisa
-"Me llamo Carlos...tú eres...?", -"Lucia...", se apresuró a decir ella.
Los dos jóvenes se enfrascaron en una entretenida conversación durante todo el trayecto, y ella, a pesar de tu timidez, había conseguido sentirse realmente cómoda hablando con aquel desconocido.
Al bajar del autobús y despedirse de él, había tenido la sensación de que volverían a encontrarse, y por un instante pensó, que, la vida, a veces, puede ser maravillosa....

2 comentarios:

http://treserantres.wordpress.com dijo...

Precioso relato.
Me encanta, que bien escribes.
Un besazo

neruda dijo...

Gracias guapa...pongo un poquito de mí en cada uno de mis relatos..eso ayuda a conocerme un poquito más...
Un besito