bajo la ropa,
supiste marcar
con tus dedos mi desnudez.
Cada señal se hundía
en una piel
que la cobijaba y envolvía,
dibujando lascivos caminos
por los que degustar
tu hiel... y mi sal.
Vestigios de la presión
(y pasión) de unos dedos
ávidos de un cuerpo
que nunca le perteneció.
Y en la intimidad de mi piel,
guardaba el rastro de cada huella,
hasta que llegó tu invierno
y las cubrió de recuerdos
en forma de vieja lana...
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