jueves, 8 de abril de 2021

Silencios que mienten...


Sabías que dolería. Y ahí estabas tú: como un pequeño roedor frente a su trozo de queso colocado en una mísera trampa. Dispuesta a correr el riesgo, dispuesta a demostrar que valdría la pena. 
El verdugo no fue la trampa, si no la locura que te envenenaba y empujaba a dar el siguiente paso. 
Y dolió. Dolió en las tripas, en el pecho, en los ojos y en la boca, incluso en los huesos cual humedad incrustada. 
Y el valor se tornó decepción, y las ganas miseria... Y aquella mudez que vestías de verdad, firmó al fin tu sentencia. 
Pobre alma ingenua... tuviste que morir para aprender que algunos silencios, también mienten... 

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