que pesa tanto como
los pasos que nunca
se dieron,
o el tiempo que
no se vivió.
Carga con rutinas
y hábitos que la
conducen hacia
inercias suicidas,
donde todo es
irrespirable,
porque el aire
también se torna
denso y pesado.
Y las prisas pesan,
y las ganas pesan,
y hasta las sonrisas
terminan siendo lastre...
y castigo...
No avanza.
Permanece anclada,
sin poder acortar
las distancias
entre suspiros,
ni recorrer las líneas
de su propia mano...
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