fabricando paréntesis entre los labios,
encerrando los relojes
que amenazan y encadenan,
y convirtiendo mis lunares
en puntos suspensivos
capaces
de dilatar las pausas entre gemidos...
Lo hicimos dibujando un laberinto
en la espalda, dejando besos marcados en cada paso para encontrar así la salida,
aunque acabemos perdidos
entre beso y beso,
y entre tanta vida.
Se detuvo.
Y el único ritmo fué marcado
por pulsos descontrolados,
latidos que congelaban minutos
y aceleraban lascivos placeres
a punto de culminar.
El tiempo, nuestro tiempo...
Momificado y disecado
por el aliento entrecortado
de cada jadeo
mientras tus huellas repasan
el camino que inventaron
tus besos en mi espalda.
Y en pequeñas dosis
seguimos tomando el antídoto
en píldoras comprimidas
con los miligramos exactos
de besos, jadeos, caricias
y orgasmos
capaces de seguir deteniendo
ese enemigo llamado tiempo...
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