El calor entre los muslos y el latido de un corazón que, fuera de su lugar, bombea tus ganas buscando la humedad que saciará su sed, ésa que lo lleva hacia tí, que lo amarra a tu cintura y se llena en cada gemido.
Y cuando él esté en tí, solo importarán las pausas que le concedes en cada cambio de ritmo, y acabará perdido en el hueco de tu espalda, arqueada por un placer que lo hace más tuyo que el aire que respiras...
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