martes, 25 de septiembre de 2012

Mis relatos...

Reencuentro....(2ª Parte)

(1ª Parte  http://neruda-mamaenapuros.blogspot.com.es/2011/07/mis-relatos.html )

 
Se descalzó aquellos zapatos de tacón cuadrado y plataforma que la hacían aún más esbelta, los empujó con el pie hacia un rincón de la sala de estar y se dirigió hacia la cocina mientras movía su cuello y hombros hacia atrás con el afán de descargar la tensión acumulada después de un duro día de trabajo. Se paró justo delante de su frigorífico con la idea de beber algo fresco, pero antes de abrirlo repasó algunos de los imanes que adornaban la puerta. Los había de todo tipo y colores, de todas las formas y orígenes: Londres, París, Portugal, Sicilia, Amsterdam, Estambul y otros muchos de infinidad de rincones de su patria natal, y por un instante sintió un gran vacío; allí estaban todos esos imanes, testigos impasibles de numerosos lugares que ella jamás había podido visitar. Sentía debilidad por aquellas figuras inanimadas, y prácticamente todos habían sido obsequio de conocidos o compañeros de trabajo, y por alguna extraña razón, necesitaba que formaran parte de su vida. Pero en aquel momento sintió por primera vez no haber sido testigo presencial de cada uno de esos lugares. Y ese vacío aumentó por segundos, hasta que al cerrar los ojos dejó escapar una lágrima que en solitario rodó por su mejilla. Tomó aire y se volvió de espaldas al frigorífico dejando atrás su idea de abrirlo. Ese huracán de sentimientos que la estaba invadiendo durante todo el día la tenía bastante aturdida. Necesitaba desconectar y pensó en darse una ducha y prepararse para ir a dormir.
Ahora se sentía algo más relajada y delante del espejo, enrollada en su toalla “rosa pastel” como ella misma la definía, y mientras se alisaba el pelo escuchó a los vecinos del 3º mientras mantenían una discusión bastante acalorada. “Por eso yo prefiero estar sola”, pensó mientras esbozaba una maliciosa sonrisa. Lo cierto es que llevaba demasiado tiempo sola, y esa soledad, estaba empezando a consumirla. Hacía ya más de diez años de aquel suceso que tanto la había marcado, y desde entonces se había vuelto incluso más hermética si cabe a la hora de abrir su corazón.
Sacó su camisón que andaba minuciosamente doblado debajo de la almohada, costumbre que le inculcó su madre y que seguía realizando día tras día cuando se disponía a acicalar su cama. Era extremadamente pulcra en ese sentido. Alisaba cuidadosamente cada arruga de sus sábanas hasta dejar la cama casi impoluta, y más de una vez se volvía desde mitad del pasillo para alisar de nuevo el embozo.
Estaba sujetando por los tirantes aquel camisón color marfil, cuando de repente apareció de nuevo el sonido de aquellas campanillas. Su piel se erizó increíblemente; ahora parecían más cercanas, tenía la sensación de que al volverse podría ver la fuente de aquel delicado sonido allí mismo, en su propia habitación. Las voces de sus vecinos se habían disipado por aquel tintineo y parecía como si el tiempo se hubiese parado...

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