con un vuelo libre,
desesperado y ansioso
por buscar cimas
desde donde saltar,
aunque a veces solo consiga
levantar dos palmos
de ese suelo
que lo ata y encadenada.
Y así vive.
Esperando que los vientos
le sean propicios
y la empujen por corrientes
eternas,
para llegar más alto,
más lejos,
más viva...
Pero sus alas,
acartonadas,
solo consiguen
devolverla al punto de partida,
donde volverá a pisar
las ruinas y podredumbre
del lugar del que no podrá
escapar jamás:
ese que un día fue
su propia identidad...